Muhammad Ali fue uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos — y una de las figuras más impactantes del siglo XX, tanto dentro como fuera del ring.
Nacido como Cassius Marcellus Clay Jr. en 1942, en Louisville, Kentucky (EE. UU.), ganó notoriedad al conquistar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 y, poco después, convertirse en campeón mundial de peso pesado a los 22 años tras derrotar a Sonny Liston.
Poco después de esa victoria, se convirtió al islam y cambió su nombre a Muhammad Ali, convirtiéndose en símbolo de identidad, resistencia y orgullo afroamericano en una época de fuertes tensiones raciales en Estados Unidos.
Pero Ali era mucho más que un atleta:
Dentro del ring, era conocido por su agilidad, técnica y frases provocadoras. Su estilo se volvió legendario con el lema: “float like a butterfly, sting like a bee” (“flota como una mariposa, pica como una abeja”).
Fuera del ring, fue una voz activa contra la Guerra de Vietnam. Se negó a participar en el conflicto, diciendo: “Ningún vietcong jamás me llamó negro”. Por ello, le retiraron el título mundial y se le prohibió boxear durante varios años — una postura que lo convirtió en un ícono de la lucha por los derechos civiles.
Ali regresó al boxeo en los años 70 y protagonizó combates históricos como:
“The Rumble in the Jungle” (contra George Foreman, en Zaire, 1974)
“Thrilla in Manila” (contra Joe Frazier, en Filipinas, 1975)
Se retiró definitivamente en los años 80 y, más tarde, fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson, probablemente como consecuencia de tantos años de combate.
Muhammad Ali falleció en 2016, a los 74 años, pero su legado como campeón, activista e ícono global sigue inspirando a millones de personas hasta el día de hoy.
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